• « Segundos después se oyó una fuerte explosión. El parabrisas izquierdo desapareció frente a los ojos del capitán Lancaster y, en un instante, la ráfaga de aire presurizado que entró desde el interior del avión lo sacó parcialmente por el agujero de 60 por 90 centímetros. Afuera, el torbellino del chorro de las turbinas, de 500 kilómetros por hora (280 nudos), le dobló hacia atrás el tronco hasta que quedó apoyado en el fuselaje. »